sábado, 21 de mayo de 2016

Gritos opacos

Leo noticias tremenadas en el periódico cada día: gente que se queda sin trabajo, vabundos que no tienen para comer ni dónde dormir; gente deshauciada; niñatos de mierda que queman a personas que se refugian por la noche en los cajeros de los bancos; más gente deshauciada; violencia de adolescentes, entre adolescentes, hacia adolescentes; violaciones de mujeres, de niñas, de niños, de hombres, solos o en grupo, violadores sueltos, violadores que salen de la carcel y que reinciden, violadores sin reinsertar, violadores individuales, violadores en grupo; salvajes en las calles que se mezclan con otros animales; perros maltratados y maltratadores; mujeres a las que golpean con palabras y con puños, a las que clavan armas, a las que disparan y matan; mujeres que nunca han denunciado a sus maltratadores, mujeres que han denunciado muchas veces, ignoradas, violentadas, asesinadas. Malestar, hambre, deshaucio, violencia, homicidios. ¿En qué sociedad vivimos? ¿Qué clase de mundo estamos construyendo? ¿Qué universo estamos destruyendo? Da miedo tanta miseria. Nos aterroriza la vida. Nos acecha la muerte, todos los días, todas las noches.

ALARIDOS NOCTURNOS

Duros tiempos, malos tiempos.
Se le ha roto un botón
a la blusa de la noche;
la tela deja entrever los quejidos
que se le escapan del pecho.
No es exceso de voluptuosidad;
es escasez de decencia.

La noche vela,
la noche nunca duerme.
Merodea Nyx por los rincones
y se asusta de tanto desatino.
Nació del Caos y engendró el sueño,
pero en la calle solo gesta pesadillas.

Ya no duerme la noche,
solo acecha.

Dormitan los vigilantes del bienestar,
descansan los menesterosos
del agitado encuentro con la injusticia.

Se toman un respiro los mendigos
que solo extienden sus manos por el día;
por la noche les duelen los dedos,
y les sangra el alma,
y se les encogen las tripas.

Se envuelven en cartones los indigentes;
se cubren de periódicos y
se mimetizan con la basura,
como muchos políticos;
eligen algún banco que suena a topónimo
para esconder sus posesiones;
se apretujan en algún cajero
buscando romper el largo frío nocturno,
siempre con miedo:

miedo a dormirse,
miedo a no despertarse,
miedo a permanecer demasiado tiempo,
miedo a la muerte,
miedo a la vida,
miedo de los niñatos de mierda
que se aburren
con la abundancia de su estupidez
y se divierten quemando
las miserias que les molestan.

Alguien tendrá que coser ese botón
para que no se oigan los gritos noctívagos,
para que no molesten los baladros
a los ricos anestesiados,
a los hipócritas deshumanizados,
a los gobernantes aletargados,
a los narcotizados dirigentes,
a los acomodados ciudadanos dormidos.

Son malos tiempos, duros tiempos,
para ocultar en la oscuridad
tantos alaridos.

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