Estoy tremendamente enfadada, o quizás debería
decir cabreada, palabra que, aunque a alguien le pueda parecer malsonante, está
recogida en el diccionario de la Real Academia como sinónimo de irritado,
malhumorado, amostazado, etc. Ya sé que ahora todo el mundo dice que está
indignado, supongo que porque algunas personas creen que es más fino, o quizás piensan que eso es estar mucho más
irritado; pero yo soy de la vieja escuela, de los que se cabrean porque la
palabra indignarse no expresa lo suficiente. Yo sería incapaz de renunciar al
"mecagoental" por un simple y descafeinado "cáspita".
Pero volviendo a lo mío, decía que estoy
enfadadísima. Me levanto por la mañana, más o menos cansada según haya dormido,
me preparo mi smoothie o mi cafetito y me siento delante del ordenador
a leer las noticias del día. Antes este era un acto bastante rutinario,
tranquilo incluso, aunque siempre me encontraba cosas con las que es mejor no
iniciar el día; pero es que ahora no voy ni por la mitad del vaso cuando ya se
me empieza a calentar la sangre.
Estoy harta de leer siempre lo mismo: un
individuo —un dueño o director de un banco, o un político, o un empresario— que ha
sido llevado a los tribunales por hurto, estafa, blanqueo de dinero, cohecho, alzamiento
de bienes, desfalco, manipulación del mercado, usura, etc., etc., etc., pero
que ya está en la calle para poder seguir delinquiendo y riéndose de los demás
porque, según los tribunales, que son muy sesudos, no se pueden probar esos crímenes
y delitos. Dos páginas más adelante leo que hay una familia a la que van a
desahuciar porque no paga el alquiler: el hombre, que lleva cuatro años en el
paro, tiene dos hijos que alimentar, uno de ellos discapacitado; la mujer no
puede trabajar fuera de casa porque, como han retirado las ayudas, tiene que
cuidar ella sola a sus hijos, al que no puede valerse por sí mismo y al otro,
que todavía es pequeño y que, por supuesto, no puede llevar a una guardería
privada. El padre, mientras tanto, está pidiendo dinero en la calle o intentando que algún familiar o amigo con más fortuna le eche una mano.
La vivienda de esta familia tiene menos metros
cuadrados que el espacio donde se reúnen los representantes públicos —a quienes
les estamos pagando el sueldo— para decidir los recortes en la sanidad, en la educación, en las ayudas
sociales y en cualquier otra cosa que, en su opinión, no sea importante para la
ciudadanía. Al fin y al cabo, están ahí porque la mayoría de los individuos de
este país —en vaya usted a saber qué condiciones de resaca política o como
resultado de no sé qué supuesta venganza hacia el gobierno anterior— decidieron
darles un poder que, aunque no era absoluto, ellos han convertido en incontestable
por la gracia divina. Me pregunto si de verdad se creen que han sido elegidos
por su dios para arrancar a este país de las manos del bienestar social, cosa
que en muy pocos meses ya han logrado.
El alquiler mensual de la vivienda de esa familia
a punto de ser desahuciada es más bajo que la cuenta
que pagan —¿de su bolsillo?— esos servidores públicos por una sola comida de trabajo. El alquiler de esa vivienda
durante un año entero, doce meses con todos sus días, uno detrás de otro, cuesta lo mismo —o
quizás un poco menos— que alguno de los bolsos de mano que la mujer de algún
político ha recibido como regalo de un empresario en un gesto tan
altruista que espanta. A esa familia no le hacen falta cinco mil euros para
pagar la fiesta de cumpleaños de sus hijos; necesita ese dinero para pagar su
casa durante un año entero, para que sus hijos no se queden en la calle y puedan
cumplir un año más debajo de un techo.
¿Sabéis qué pasaría si al padre de esta familia
se le ocurriera robar un bolso con cuyo valor podría pagar el alquiler de su
casa durante un año? Apuesto a que lo meterían en la cárcel y los jueces tendrían pruebas más que
suficientes para retenerlo, sin posibilidad de pagar ninguna fianza.
No entiendo por qué en todas partes hablan de
supuestos pagos, supuestos desfalcos, supuestos crímenes, cuando está clarísimo
lo que pasa con los "supuestos" criminales que nos han llevado a esta
situación. Supongo que tenemos un supuesto gobierno democrático que se deja
guiar cuando le interesa por un supuesto tribunal que toma decisiones
supuestamente justas, que se deja supuestamente sobornar por bancos y
empresarios; un gobierno que es supuestamente incapaz de tomar decisiones valientes y
solucionar los problemas que nos acucian a todos y acabar de una vez por todas
con la supuesta corrupción que asuela este país y en la que supuestamente están implicados muchos miembros del actual gobierno y de otros
partidos políticos, supuestamente.
Yo no estoy supuestamente harta ni supuestamente
enfadada: estoy hasta las narices de que nos tomen el pelo y cansada de que no
llamen a las cosas por su nombre. Me parece muy bien que haya gente indignada,
y me alegro de que todo el mundo salga a la calle a protestar contra todos los
que nos están estafando y nos acusan a nosotros de haber provocado esta “supuesta”
crisis.
A diferencia de lo que dijo el otro, todo lo que yo he dicho aquí es cierto, salvo alguna cosa, así que se me ocurre que todos esos supuestos criminales podían
irse a hacer supuestas puñetas.
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