sábado, 3 de septiembre de 2011

Háblame en cristiano

Acabo de leer que el “Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha dado un plazo máximo de dos meses al Departamento de Enseñanza de la Generalitat para que modifique el sistema educativo con el fin de implantar el castellano como lengua vehicular en las escuelas, junto al catalán”. La aparente urgencia no es tal si tenemos en cuenta que ya se había dictado sentencia al respecto hace más de ocho meses. Por lo visto, ante las quejas de algunos padres, el Tribunal reconoció el derecho a que el español, o castellano, sea usado de manera “equitativa en relación con el catalán en todos los cursos del ciclo de enseñanza obligatoria". De este modo la lengua española no quedaría reducida a una simple asignatura, que es lo que ha venido ocurriendo desde hace tiempo. Esto hizo que uno de los nacionalistas catalanes más acérrimos considerara en su día la medida como “un ataque sin precedentes” (http://www.elpais.com/, 22/12/2010).

Para ataque el que me da a mí cada vez que pienso que los catalanes se empeñan en arremeter contra la democracia alegando un derecho que sólo ellos ven. ¿Por qué yo, siendo española y teniendo el español como lengua oficial del estado, tengo que saber catalán obligatoriamente si quiero viajar a Cataluña? Alguien dirá que no es cierto, pero yo responderé de inmediato que me consta, porque he estado en Barcelona y lo he sufrido, que la mayoría de los carteles oficiales, si no todos, así como carteles publicitarios, folletos informativos, calles, mapas, nombres de establecimientos públicos y estatales y un larguísimo etcétera están escritos única y exclusivamente en catalán. Es verdad que cuando entraba en algún lugar y me dirigía a alguien en español, se me contestaba en español. ¿Pero por qué tengo que contar esto como si fuera una maravillosa anécdota y además sentirme eternamente agradecida de que me hayan hablado en español estando yo en España?

Por lo visto los colegios y centros educativos de Cataluña envían las comunicaciones y cartas en catalán a los padres, como si éstos tuvieran la obligación de saber dos lenguas cuando su único deber, según la Constitución, es conocer la lengua española. Todo el mundo sabe que el catalán también es lengua oficial en esa Comunidad Autónoma, pero quisiera insistir en el vocablo “también” que está muy lejos de la connotación de exclusividad que pretenden otorgarle los nacionalistas catalanes.

Yo soy ferviente defensora de que la gente hable todas las lenguas posibles, de que aprendan más de una desde la infancia, que es cuando mejor se asimilan; abogo por el uso del español como lengua oficial y de todas las demás lenguas del estado y de fuera de él que un individuo sea capaz de utilizar. Me parece un lujo que alguien sepa hablar español y además catalán, o gallego, o vasco; si por añadidura sabe hablar portugués, o inglés o swahili, mi admiración es aún mayor. Creo que es enriquecedor que alguien sepa hablar más de una lengua y, sobre todo, que conozca más de una cultura. Entonces, ¿por qué ese empeño en eliminar el español? ¿Quién les ha otorgado a los catalanes el derecho de negarles a los españoles el uso y disfrute de su lengua en su propio país? ¿Por qué si yo quiero dar clases en Cataluña, o en el País Vasco, o en Galicia, por ejemplo, tengo que dominar obligatoriamente la lengua de esa comunidad para ser admitido en un centro de enseñanza pública obligatoria? ¿Por qué tengo que saber catalán para dar clases de lengua y literatura españolas en mi propio país? ¿Acaso esto no va contra mis derechos constitucionales?      

Lo que ocurrió en este país durante cuarenta años fue una aberración, un crimen que no debería repetirse nunca más. Sabemos que por culpa del afán de imperialismo las lenguas vernáculas se vieron relegadas a un segundo plano con respecto al castellano; peor aún, fueron perseguidas, desterradas, casi asesinadas. Se castigaba a quien usara una lengua que no fuera la del Estado, y el castigado, a veces callado y otras maldiciendo, iba acumulando cada vez más odio hacia su represor. Cuando la democracia enterró aquel pasado abominable, las lenguas vernáculas pudieron salir de su escondite y ser usadas sin tapujos, pero no acribillando el castellano, sino añadiéndose a la que es lengua oficial del Estado. Muerto el perro, se acabó la rabia, o debería haberse acabado. Sin embargo, hay gente que se empeña en implantar la autocracia, por más anacrónico que sea.

Igual que considero demencial la defensa del imperialismo lingüístico del español, me parece un desvarío muy peligroso la paranoia obsesiva de ciertas Comunidades respecto al uso de su lengua autonómica. ¿Cómo es posible que después de padecer tanto tiempo el caudillaje de unos desequilibrados se levanten ahora los que fueron sus víctimas para imponer una dominación similar? No se puede defender la dictadura lingüística de una comunidad y disfrazarla de derecho democrático. Seamos serios, que la transustanciación aquí no tiene cabida: el pan sólo puede ser pan y el vino sólo vino.

1 comentario:

  1. A mí me hace un poco de gracia lo de que, si te multan en cataluña, puedes no pagar la multa simplemente alegando que la señal de tráfico (si tiene texto, claro) estaba escrita sólo en catalán y no en castellano.

    un caso. hice un máster en madrid. al máster se accedía a través de 3 pruebas: psicotécnicos, inglés y comentario de texto. había un chaval catalán que era un fenómeno. 22 años. abogado y economista. un máster hecho antes de hacer éste de madrid. hablaba castellano, catalán, inglés y francés. un fenómeno, vaya.

    pero era radical independentista. yo pedí horario de tarde pero a él se lo dieron porque estaba de reserva. luego nos dijeron que entró porque su comentario de texto fue espectacularmente bueno, pero plagado de faltas de ortografía y muy mala redacción.

    en el máster había grupos de trabajo. en mi grupo, un chaval de gerona que hablaba castellano, catalán, ruso, inglés, alemán y polaco. pues el otro, de vez en cuando, se dirigía a él en catalán diciéndole que cómo se decía en castellano tal o cual cosa. la clase entera lo flipaba y él reconocía que estaba en madrid sólo porque el máster tenía prestigio y sólo lo había allí. había viajado por todo el mundo pero trataba de no visitar "españa".

    al final consiguió una beca trabajando en la oficina de comercio exterior de españa en nueva york y le llamaron la atención porque atendía al teléfono en catalán.

    una pena, un desperdicio.

    dispedu

    ResponderEliminar